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Las trampas de la autoestima

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LOLA SALADO
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Si no te sientes especial, si en muchos momentos corres detrás de la aprobación de los otros, si eres de los que aprendiste a enterrar tus emociones difíciles, esta conversación entre Ronald Siegel, profesor, investigador y practicante de Mindfulness, psicólogo clínico y escritor, y Gustavo G. Díez, investigador y director de Nirakara Lab, puede que te toque, que te convenza de que no ser especial es lo mejor que te ha podido suceder.

Fue un diálogo pausado gracias a que Ronald quiso hacerlo en español, un español de americano, con las incorrecciones de quien lo ha aprendido viajando cuando era muy joven y lo ha practicado siempre que ha tenido la oportunidad. Un español que le sirve para monitorear las subidas y bajadas de su autoestima, tal y como más adelante explica.

Entre los dos crearon un espacio de humanidad donde reconocer y abrazar la tristeza emerge como la mejor opción frente a salir huyendo en busca de un nuevo “like”. La oportunidad de apreciar que los éxitos y los fracasos son parte de la vida y que los mejores antídotos son la conexión y la gratitud con otros seres humanos, junto con cultivar una autoestima interior, no dependiente de los vientos de la vida, que ambos prefirieron llamar autoevaluación y autocentramiento.

Pregunta tras pregunta, indagaron en cómo nos afecta la constante autoevaluación sobre uno mismo y el uso intensivo de redes sociales en la autoestima, el bienestar y la felicidad, durante la que fue la XV conferencia del ciclo de Medicina del Estilo de Vida, creado por la Cátedra Extraordinaria de Mindfulness y Ciencias Cognitivas de la Universidad Complutense de Madrid junto con el Instituto Nirakara.

Gustavo. Cómo se forma la imagen de uno mismo desde que somos niños hasta ahora, porque el ser humano es muy especial en comparación con otras especies.

Ronald.
Hay un psicólogo de nombre Cole, que escribió más o menos al mismo tiempo que Sigmund Freud, sobre el concepto del “yo del espejo”. Decía que desde el momento en que nacemos, el reflejo que vemos en los ojos de los demás, - nuestros padres, amigos, compañeros y las personas que vamos encontrando en la vida -, forma la impresión de quienes somos. De ahí, que si nos dicen "eres el mejor ser humano del mundo" sentiremos que somos muy especiales. En cambio, si el reflejo es que "eres algo problemático" comenzaremos a desarrollar una imagen desde dentro de ser problemático.

Lo interesante es que este sentido del yo, genuinamente, no es muy sólido; está en continuo cambio y cuando recibimos un reflejo positivo nos sentimos mejor con nosotros mismos que cuando recibimos uno negativo, y sigue así durante toda nuestra vida. La mayoría de nosotros somos adictos a buscar reflejos positivos y hacemos muchísimas cosas para lograrlo, desde cómo nos vestimos, es decir nuestra apariencia física, a cosas mucho más sutiles, como querer parecer humilde, amable, inteligente, o fuerte… o cualquier otro criterio para aumentar o construir nuestra autoestima, que hemos desarrollado como base de nuestro sentido del yo.


Resulta muy interesante que es diferente para cada persona. Para unos la inteligencia es lo más importante, pero para otros lo puede ser la generosidad o la fuerza física. Lo que tenemos todos en común es que estamos preocupados de estos aspectos para construir la base de nuestro sentido del yo.

Gustavo. Me parece muy oportuno tu último libro que básicamente se basa en qué sucede cuando estamos demasiado autocentrados en estas preguntas sobre cómo me ven los demás, generando esta constante actividad que nos lleva a hacer lo posible para que los otros piensen de mí las cosas que quiero y, al contrario, que no piensen de mí cosas que no quiero.


En tu libro The Extraordinary Gift of Being Ordinary, también aportas algo de lo que hablaremos, que es encontrar una felicidad basada en este circuito de buscar la excelencia afuera. Es decir, en los reflejos de los espejos generaríamos un tipo de situación muy dopaminérgica, en el sentido de que cada vez que conseguimos que los demás piensen de mí algo que yo quiero que piensen, habría un shot pequeño de dopamina necesario evolutivamente, porque somos seres grupales y sobrevivimos así en el que sea nuestro entorno. Pero si estamos constantemente centrados en esto nos puede llevar a la infelicidad.


En 20 años hemos aumentado la exposición a las pantallas de dos horas (datos de Estados Unidos) a seis horas al día, teniendo en cuenta que es una media, con gente que estará menos y otros que llegarán a las ocho o más. Pero esto es una barbaridad, sobre todo teniendo en cuenta de que en esa pantalla hay muchos espejos, es decir, reflejos de lo que nosotros queremos ser. Solo hace falta darse una vuelta por una red social para ver cómo todo el mundo pone su mejor cara, o expresa lo mejor de sí mismo, y que cuando te dan un "like" automáticamente hay un refuerzo dopaminérgico que te hace engancharte más a esa red, pero no solamente eso, si no también a las series de televisión que, de alguna forma, proponen un arquetipo que muchas personas siguen.


La constante comparación que hacemos de nosotros, de lo que somos, con esas mejores caras de Instagram o esos personajes de la televisión o de los medios de comunicación, ¿cómo crees que están influenciando al ser humano?
Ronald. Fuertemente. Si buscamos en Instagram o Facebook, pocas veces vamos a ver un post en el que alguien diga: "me acabo de despertar, tengo diarrea otra vez, estoy preocupado porque mi pareja va a dejarme y mi jefe va a darme una evaluación negativa". No, lo que vemos es "aquí estoy, en una fiesta, con gente increíble, en un lugar increíble, vestido de una forma increíble y tú no estás aquí”. Esto es lo que vemos una y otra vez.

Todo el mundo se siente inadecuado y todo el mundo está buscando una manera de sentirse mejor consigo mismo. Por eso cuando los sociólogos hacen cuestionarios, los jóvenes quieren ser influencers o el jefe de una startup antes de llegar a los 30 años. Sin embargo, hay muchísimos estudios que muestran que solo un pequeño porcentaje de la población puede vivir estas experiencias y por eso hay mucho sufrimiento, con distintas formas: una es sintiendo que somos inadecuados, o que somos un fracaso, que puede ser de una manera fuerte o sutil pero que es el mismo sentimiento. O estoy muy estresado en una carrera sin fin por mantener mi posición, asegurándome de que no voy a bajar de nivel.

No importa el campo, los criterios son diferentes para diferentes personas, pero el proceso es más o menos universal y fue lo genial o la maldición de Mark Zuckerberg, inventor de Facebook hace décadas, mientras era estudiante en la Universidad de Harvard. Comenzó el proyecto con publicaciones de fotos de estudiantes en un sitio web buscando de los demás una aprobación "like" o lo contrario, y en pocas horas tenía miles de personas que habían reaccionado. Fue un descubrimiento muy importante porque creó algo muy adictivo al aumentar la autoestima, y se puede hacer mucho dinero siguiendo ese principio y vemos que funciona.

Gustavo.
Muy interesante. ¿Y hasta qué punto crees que esa búsqueda constante de aprobación externa tiene que ver con algún tipo de trauma pasado o forma de educación?

En realidad, estamos viendo que buscar la propia identidad afuera en vez de dentro no solo solo tiene que ver con las redes sociales, sino también con ciertas cuestiones de fondo en la educación o con traumas vividos por personas que han tenido infancias duras o simplemente unos padres difíciles.

Ronald.
Sí, exacto, estas son las dos fuerzas. Una tiene que ver con todos los mensajes que recibimos, en el sentido de que solo podremos tener éxito y ser felices si ganamos bastante dinero o si podemos comprar este coche, tal y como vemos en los anuncios de televisión. Si yo tomo coca cola, yo me voy a sentir como esas personas del anuncio, acompañado de amigos, pero si tomo Pepsi no tendré nada de eso.

La otra fuerza es que todo el mundo experimenta fracasos en la vida y es algo que comienza muy temprano. ¿Quién no ha vivido de niño que otros niños no quisieran ser sus amigos? Eso duele. O cuando ha tenido un examen en la escuela y la nota no fue muy alta, y lo siente como un fracaso. Todo el mundo vive estas situaciones en las que no recibimos el resultado que queremos, y lo que hacemos, porque son dolorosas, es dejarlas fuera de la conciencia, y el problema es que lo podemos hacer durante mucho tiempo.

Uno de mis pacientes me dice: cuando enterramos nuestros sentimientos y están vivos después de un rato van a volver a la superficie y van a volver a nuestra conciencia. Todo el mundo tiene una gran colección de traumas, a veces traumas grandes, pero muchas veces son pequeños, un fracaso, un rechazo, un momento que nos sentimos tristes.

Yo tuve muchas malas experiencias con equipos atléticos durante mi juventud. No tenía mucho talento y cuando los capitanes seleccionaban yo era el último, y era doloroso. ¿Y qué hice? Compensación con mi inteligencia: busqué oportunidades para demostrar que en inglés puedo hablar muy bien y de manera sofisticada, así que nutrí esa habilidad. Al final hice distancia entre mi sentido del yo y esas experiencias dolorosas.

Ahora, lo que pasa en nuestra vida cotidiana es que cuando vivimos un fracaso o un momento de tristeza, cuando no tenemos los reflejos que queremos del mundo, esto resuena con toda nuestra historia y todos nuestros traumas, pequeños o grandes, y por eso son mucho más fuertes. Por tanto, hacemos aquello de "quiero buscar una manera de sentirme mejor conmigo mismo", así que tengo que comprar algo, debo tener un éxito, tengo que buscar “likes” en redes sociales o lo que sea… y lo hacemos.

Pero hay otra alternativa, y es usar cada momento de fracaso, o de rechazo, o de tristeza, o de sentirse inadecuado, para investigar: - “esto me es familiar, ¿en qué otros momentos semejantes he experimentado esto en mi vida?”. Y tal vez antes no tenía los recursos para enfrentarlo o integrarlo, pero tal vez ahora puedo sentir estos sentimientos de antes, combinados con los de este momento, y aumentar mi capacidad para afrontar la tristeza y la autocompasión, para abrazar mi tristeza, pero cuidándome en el proceso, diciéndonos: - “esto le pasa a todo el mundo y esta es tu experiencia en este momento, y sí, es difícil, pero es parte del aprendizaje de ser humano". Esta  es una manera de cuidarnos, y no de reaccionar buscando otra victoria para sentirme mejor conmigo mismo.

Gustavo.
Recogiendo lo que antes dijiste sobre que no fuiste muy bueno en deporte, de hecho, se nos educa para resaltar en algo constantemente, y quizás en Estados Unidos es todavía más intenso que aquí en España.

En tu libro sostienes que no ser especial es una buena noticia, es decir, que no ser especial es bueno, ¿por qué lo dices?


Ronald
. Porque nos hacemos adictos a sentirnos especiales. En los Estados Unidos por lo menos, somos más individualistas que la mayoría de los países de Europa. Hay un ideal de ser independientes, de no necesitar nada de nadie, y esto es ser exitoso. Así se vence en el juego de la vida, pero esta actitud puede producir una epidemia y aislarnos unos de otros. Porque si yo tengo que ser especial para estar bien, por lo menos la mitad de la población estará por debajo de la otra. Así que van a sentir que fracasan y mientras más queramos ser especiales, menos podremos conectar con los demás.

Si piensas en un momento de conexión con un amigo cercano, con un buen amigo con el que compartes genuinamente tus vulnerabilidades diciendo: - "a sí, yo también tengo inseguridades, yo también tengo fracasos, yo también anhelo amor o satisfacción que en ocasiones no llego a encontrar". Cuando podemos presentarnos de una manera "no especial", no apegados a sentimientos de ser especial, podemos sentir que somos parte del mundo, de una familia, como seres humanos, porque todo el mundo sufre y todo el mundo sube y baja, y tal vez puedo conectar mucho mejor si no tengo que ser especial.

Otra cosa, si no tengo que ser especial puedo tener éxitos y fracasos, no es tan importante, pero si quiero ser especial solamente puedo tener éxitos. Pero lo mejor que nos puede pasar es identificarnos como un organismo que va a morir y después que morimos qué importan todas estas cosas.

Cuántas veces las personas descubren durante una enfermedad muy seria, que pudiera llevarlos a la muerte, que todas estas preocupaciones durante tantos años no fueron necesarias, y peor aún, que fueron un obstáculo para conectar con otros seres humanos. Creamos obstáculos para disfrutar de comer una naranja, de las nubes, el sol, los árboles…, cosas sencillas que todo el mundo, o casi todo el mundo tiene acceso, que no es algo especial, sino muy normal.

Y si vamos aún más allá, al camino de abrazar el hecho de que todos somos, desde un punto de vista amplio, insignificantes. Puede ser cierto que ahora somos importantes para alguien, pero ¿después de 100 años quién nos va a recordar? Yo he escrito libros pero ¿cuántos de estos libros van a existir después de 100 años? Probablemente ninguno. Si vemos que todo esto no es permanente, veremos que desde un punto de vista tenemos valor ciertamente, pero desde otro punto de vista, no tanto. ¿Cuántas personas que vivieron en el siglo XIX son recordadas ahora? No muchas.

Gustavo.
¿Por qué crees que ha sido necesaria ideológicamente la autoestima? Es decir, cuando algo está es por algo. El hecho de que estemos evaluándonos en base a los ojos de otros quizás tenga un sentido, ¿qué te parece?

Ronald.
Yo creo que el origen es el mismo que el de las jerarquías en los animales, siempre hay uno dominante. Si ponemos en una caja a unos grillos, al cabo de un rato habrá un grillo dominante, sabemos que entre pollos es así, en inglés tenemos una frase pecking order, que habla de esto. Recuerdo un viaje a África que los guías, que eran etólogos, veían que había el mismo patrón: siempre hay uno dominante. Ahora imagina un león macho dominante rodeado de hembras, muchas de ellas en buen estado para reproducirse, hembras jóvenes, saludables y en el otro campo otro grupo más jóvenes, pero con el mismo objetivo. Como en el fútbol, se espera el momento para ser dominante, ¿y por qué es tan importante? Porque en muchas especies los dominantes tienen más posibilidades de transmitir sus genes a las próximas generaciones y para las crías de esas generaciones tener más posibilidades de sobrevivir porque el dominante tendrá más probabilidades de proveer recursos, comida, protección, etc.

Hay otros instintos también, instintos de cooperación y los podemos cultivar, pero los instintos por dominar son fuertes y podemos ver la historia de la humanidad, el conquistador tenía diez mil esposas, y en mi experiencia ya es difícil mantener una buena relación con una esposa, pero esto era parte de las jerarquías dominantes y eran muy importantes. Y los seres humanos, aunque ya no vivimos, espero, en un mundo de conquistadores, todavía tenemos los impulsos o la tendencia con formas diferentes. De alguna manera siempre hay un tipo de competencia entre nosotros y los demás, y la forma en que lo experimentamos es con la autoestima, cuando estamos pensando ¿cómo soy? Y ese cómo soy es en comparación con otras personas, y genuinamente esas comparaciones no son con personas lejanas. Por ejemplo, yo no estoy muy preocupado en que mis experiencias, mis éxitos y mis fracasos sean comparados con la reina de Inglaterra. Ella vive en otro mundo distinto al mío, pero sí me comparo con otro psicólogo, que también escribe libros y sea conferenciante. Y de todo esto, evidentemente van a comenzar las comparaciones.

Por eso yo creo que este instinto es muy profundo y universal, aunque de nuevo los criterios son diferentes para diferentes personas, pero la tendencia a hacerlo es muy fuerte. Y un asunto más, mucha gente dice que no se compara con los demás, “yo solo estoy interesado en mis propios estándares” y de verdad podemos pensarlo, ¿pero de dónde vienen estos criterios? Sí, de nuestros padres, de nuestros maestros, de nuestros compañeros, de las imágenes de quien debo ser, porque a veces hacemos comparaciones con gente de afuera, pero a veces con imágenes de adentro, pero estas imágenes vienen de nuestra educación, de nuestro contacto con otros. Y si yo quiero pensar que soy inteligente o generoso, ¿de dónde viene mi manera de medir esto? No puedo tener una referencia de alguien que no es inteligente, o alguien que no es generoso, porque sin comparaciones no hay cómo medir, por eso hay muchas comparaciones, aunque muchas veces no somos conscientes del proceso.

Gustavo.
A mí se me presenta una cuestión y es ¿hay alguna opción de regular todas esas fuerzas naturales, todos esos impulsos que tenemos?

Como bien sabes en Europa estamos en guerra, y las guerras tienen muchas formas de explicarse, desde el lado político, desde el lado territorial, sociológico, etc. Pero también desde un punto de vista psicológico tienen mucho que ver con estos impulsos de conquista y de protección. Entonces sabiendo lo que sabemos de psicología, habiendo avanzado tanto en ciencia del comportamiento humano, todavía seguimos en guerra, a un nivel macro y a un nivel micro muchos de nosotros, y aún seguimos autoevaluándonos, seguimos sufriendo mucho, y sin embargo no tenemos las herramientas para salir de ahí. ¿Cómo podríamos regular estos impulsos?

Ronald
. Yo creo que hay algunos antídotos que son poderosos, pero tenemos que cultivarlos, uno es la conexión. En momentos de conexión con un buen amigo o una amiga, compartimos nuestros sentimientos honestamente, no nos preocupamos sobre quien es superior o quien es inferior en cualquier criterio. Estamos juntos y nos sentimos como un todo, el sentido del yo cambia y no está limitado a este organismo y aquel, es nosotros y puede ser a nivel de amistad, familia, tribu, a nivel de nación tal vez. Pero entendemos quienes somos, con diferentes lentes, surge un nosotros y no como individuos por separado.

Y para hacer este tipo de conexiones tenemos que ser honestos, honestos con nosotros mismos respecto a nuestras vulnerabilidades, y honestos con otros sobre nuestras vulnerabilidades.

Otro antídoto es la gratitud. En el campo de la psicología positiva, del estudio de la felicidad, los ejercicios más más potentes son los ejercicios de gratitud, porque en un momento de gratitud ocurren dos cosas: primero no nos preocupamos por nuestros deseos porque estamos enfocados en lo que tenemos, no en lo que nos falta. La otra cosa es que la gratitud casi siempre trae un momento de conexión, siento gratitud por mis padres, por mis compañeros, gratitud con Dios si vivo con este tipo de fe, gratitud por la naturaleza, por producir las plantas, la comida, el milagro del sol, el ocaso, las estaciones.… La gratitud siempre tiene un sentido de conexión y por eso tiene mucho peso.

La práctica del mindfulness puede ayudarnos. Una de mis prácticas es monitorear cada momento cómo mi autoestima sube o baja, y por ejemplo durante nuestra conversación ha subido y bajado muchas veces. Si mi castellano fluye un poco mejor, si recuerdo una palabra que necesito me digo "a qué inteligente eres Ron, puedes hablar castellano”, pero cuando no encuentro la palabra adecuada o uso una que estoy seguro de que no es la correcta, me siento un poco mal. Y si podemos utilizar prácticas de mindfulness y observamos en nuestros cuerpos cuando sentimos orgullo porque hay un cambio en el cuerpo, y cuando hay un colapso y me siento rechazado. Cuando observamos nos puede venir un poco de perspectiva.

Otro más, hay también ejercicios cognitivos que podemos hacer, por ejemplo, podemos escribir una autobiografía de nuestra autoestima, es un ejercicio muy interesante y está en mis libros. Se trata de pensar sobre cuándo fue mi primer recuerdo de cuando me sentí bien conmigo mismo, y cómo fue esa experiencia, y tal vez vamos a descubrir que nuestro criterio más importante en los momentos difíciles ha sido uno que hemos usado a lo largo de nuestras vidas. Por ejemplo, mi recuerdo es que desde muy joven tengo un vocabulario bastante amplio, y hablaba como un adulto desde muy pequeño; recuerdo a mi papá escucharme con una sonrisa al verme hablando de esa forma y he usado ese recuerdo de apoyo para mi autoestima durante toda mi vida. Recordar donde empezó puede ser muy importante, revisar año por año, o década a década, qué recuerdos son importantes para sentirme bien conmigo mismo, pero los dolorosos también, qué nos hace sentir que hemos fracasado o hemos sido inadecuados o menos que otros. Verán que es muy interesante comenzar a examinar esto de una forma sistemática, y empezar a liberarnos de creer tanto en estos juicios.

Gustavo.
Una cuestión ya casi terminando Ron, hemos hablado de una autoestima, de estar muy autocentrados, de tener muchísimo centro psicológico en la propia estima, pero también habría diferencias cualitativas entre diferentes tipos de autoestima, por ejemplo, ¿habría una autoestima buena y una autoestima mala?

Ronald.
Depende de nuestras definiciones, cuando yo estoy hablando de autoestima, estoy hablando del tipo de autoestima que cambia con diferentes reflexiones. El sentido de subir y bajar depende de las condiciones, fracasos o victorias en nuestra vida cotidiana. Algunos autores hablan de una autoestima que no es dependiente de circunstancias externas a nosotros y yo quiero decir que esto no es tanto autoestima sino autovalor o autocompasión. Por ejemplo, si un niño llega a su casa muy deprimido porque quería ser parte del equipo de fútbol durante un torneo y no pudo participar, él va y habla con su mamá y con su papá, ellos pueden responder más o menos de dos formas: una es decir "pobrecito sabemos que es doloroso", pero otra es recordarle que fue la estrella de la temporada de baloncesto, o que recuerde que fue un éxito en las competencias de matemáticas o alguna otra cosa que le ayude a construir una buena autoestima, pero este tipo de autoestima es dependiente de ciertas condiciones.

Otra posibilidad es decirle a este niño, que sabemos que duele porque cuando teníamos su edad queríamos participar en el teatro o en el club de drama en la escuela, y no pudimos participar en la obra de teatro que la escuela estaba produciendo, y nos sentimos tan tristes e inadecuados como él, que fue muy doloroso, y darle un abrazo, diciéndole que sabemos que es difícil pero que a todos nos ocurre de vez en cuando.

Esta respuesta puede desarrollar un sentimiento de que puedo experimentar éxitos y fracasos, y todo está bien porque puedo conectar desde el amor con el resto del mundo, con mis padres, con mis compañeros. Y esto va a desarrollar un tipo de autocompasión o autovalor que no es tan dependiente, y no se basa en dopamina, no estaría basado en esa sensación de "mira qué genial", estaría basado en oxitocina, conectados con otros y con sentirnos seguros con esa conexión. Algunos dirán que este es un tipo de autoestima, pero yo prefiero otras palabras para distinguirla de la adicción que produce tanto sufrimiento para casi todos.

Gustavo.
Se me ocurre que tu definición de autoestima está muy ligada a la autoevaluación y también al autocentramiento.

Ronald.
Sí, las dos. En la otra no nos preocupamos de nosotros mismos porque estamos más interesados en lo que piensan los demás.

Gustavo.
Claro, entonces en español tenemos un problema con la palabra autoestima, utilizamos el verbo estimar como sinónimo de amar o de querer, por ejemplo, yo te digo, te estimo mucho Ron que además es verdad, te estimo mucho es como "te quiero mucho", entonces autoestima también puede tener esa variable con el amor. Por tanto, autoevaluación, autocentramiento creo que serían palabras más adecuadas para entender mucho mejor tu propuesta, el concepto del libro.

Ronald.
Sí, es importante.

Gustavo.
Ron ha sido un placer, a todos los que están escuchando les recomiendo echan un ojo a tu último libro, aún solo en inglés.

Ronald.
No es algo de autoestima, pero en mis momentos de buena salud mental siento que no me importa si a mucha gente no le gusta el libro, pero lo que es importante es que tal vez puede ayudar a alguien que esté sufriendo con esto, porque yo he sufrido bastante con estas preocupaciones y si puedo mostrar el camino a alguien, eso me gustaría, por eso se lo ofrezco a los que nos escuchan.

Gustavo.
Muchísimas gracias por muchas cosas, también por tener el tiempo durante todos estos años para escribir muchas cosas interesantes en este mundo del mindfulness, de la investigación, de la clínica… y también para las personas que quieran simplemente trabajar en sí mismos, sentirse mejor y estar más conectados, porque al final eso es lo más importante que quizás podemos llevarnos de esta existencia tan pequeña en el tiempo.

Me viene la imagen de Sagan cuando tú lo decías, de sus documentales que a muchos nos influyeron. Cuando aparece un pequeño planeta a lo lejos en un espacio inmenso, a uno le viene la misma sensación que cuando ve las estrellas y se da cuenta de que finalmente la vida es limitada y es importante saber vivir… Y de eso nos has hablado y por eso te damos las gracias, muchísimas gracias a todos y nos vemos pronto Ron.

Ronald.
Gracias por organizar estas conferencias, por invitarme y gracias a todos lo que escuchan por su atención y su interés.

(Este texto es una transcripción sintetizada y editada de la videoconferencia que se puede ver íntegramente aquí.

Ronald Siegel es profesor asistente clínico de psicología en la Harvard Medical School, donde ha enseñado durante más de 30 años. Además, es practicante de Mindfulness desde hace muchos años y miembro del comité directivo del Institute for Meditation and Psychotherapy así como formador del mismo. Enseña a nivel internacional sobre la aplicación de la práctica de Mindfulness en psicoterapia y otros campos, y mantiene su práctica clínica privada en Lincoln, Massachusetts.

El Dr. Siegel es coautor de la guía de autotratamiento: “Back Sense: A Revolutionary Approach to Halting the Cycle of Chronic Back Pain”, que integra aproximaciones de oriente y occidente para tratar el dolor crónico de espalda; es coeditor del texto aclamado por la crítica, “Mindfulness y Psicoterapia”, ahora en su segunda edición en Estados Unidos. Es además autor de un libro para el público en general llamado “La Solución Mindfulness”, coeditor junto con Christopher Germer de “Wisdom and Compassion in Psychotherapy: Deepening Mindfulness in Clinical Practice”, prologado por su Santidad el Dalai Lama y coautor de un nuevo volumen, “Sitting Together: Essential Skills for Mindfulness-Based Psychotherapy”. Su último libro es The Extraordinary Gift of Being Ordinary.
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Escrito por Lola Salado

Consultora de comunicación. Licenciada en Ciencias de la Información, Experto Universitario de Mindfulness en Contextos de Salud (UCM).

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