Imagina un mundo donde la ciencia y el amor se fusionan para transformar la crianza de nuestros hijos. En este mundo, Rocío Zunini, una científica apasionada, se embarca en un viaje hacia la comprensión del cerebro parental, un territorio desconocido donde los misterios de la maternidad y la paternidad se entrelazan con los complejos circuitos del cerebro humano.
La pasión de Rocío Zunini por la neurociencia comenzó con el descubrimiento de la neuroplasticidad, esa capacidad que tiene nuestro cerebro para aprender y reconectarse. Pero, en concreto, de la neuroplasticidad que surge cuando nos convertimos en madres y padres. Rocío pensaba que su vida se desarrollaría dentro de un laboratorio, investigando el cerebro para siempre. Sin embargo, un día todo cambió: se convirtió en madre. Este nuevo rol despertó su interés por entender cómo la maternidad afecta al cerebro. Inspirada por la historia de Greer Kirshenbaum, neurocientífica que dejó la investigación para dedicarse a compartir sus conocimientos con padres y profesionales, Rocío decidió seguir un camino similar. Y así se aventuró a transformar su carrera, combinando su labor profesional neurocientífica con su experiencia como madre.
Junto a Rocío está Miriam Fernández, cofundadora de Nirakara y directora del nuevo proyecto de Nirakara: Mindfulparenting, crianza y neurociencia. En este diálogo, ambas profundizan en la fascinante transformación que experimentamos al convertirnos en madres y padres y cómo estos cambios en nuestros cerebros afectan profundamente nuestras vidas.
Miriam y Rocío conversan sobre la sincronicidad bioconductual.
Rocío, ¿cómo cambia nuestro cerebro cuando nos convertimos en padres y cómo nos afectan estos cambios?
Aquí hay mucho de qué hablar. Cuando nos convertimos en mamás y papás, el cerebro adquiere una gran neuroplasticidad. Existe un proceso que se llama la matrescencia. La matrescencia o la patrescencia es un proceso de vida, como la adolescencia; todos sabemos lo que es, todos sabemos cómo nos sentimos.
Sucede lo mismo en este proceso, es como volver de nuevo a tener una explosión hormonal que genera grandes cambios, cambia tu identidad y la percepción sobre ti misma. Se produce una gran neuroplasticidad que nos permite poder aprender de forma más profunda. Porque con la crianza hay mucho que aprender y necesitamos tener ese tipo de cerebro más flexible. Como padres tenemos un gran trabajo, influir en el desarrollo de otro cerebro y, por eso, nuestro cerebro parental se vuelve muy maleable.
Existe una red en el cerebro que se llama la red global parental, una gran red de circuitos interconectados cuya función es proveer al bebé un cuidado sincronizado con sus necesidades. Ese es el objetivo de esta red. Pero hay que trabajarla. Por eso nace el concepto “sincronía bioconductual”. Ocurre cuando mamá y bebé o papá y bebé, sincronizan su comportamiento y cuando esto sucede, se sincroniza la biología entre mamá y bebé. Es fascinante esta área. Cuando estás con tu bebé de forma presente, cuando lo miras, cuando él te mira, cuando hay una conversación con tu bebé, tu biología se sincroniza con la suya y esto es lo que hace que se construya el cerebro del bebé y su sistema nervioso.
"Al convertirnos en ma-padres, adquirimos la capacidad de empatizar con un ser humano como nunca antes"
¿Y qué beneficios específicos aporta tener un cerebro parental? ¿Cómo puede esto mejorar nuestras vidas como padres?
Por un lado, como he nombrado, tenemos una súper neuroplasticidad. Ojalá fueramos conscientes de ello, para así poder darnos cuenta de la capacidad que tenemos de aprender. Nos abriríamos más. Es como tener superpoderes. Pues también tenemos la capacidad de empatizar con un ser humano como nunca antes. Porque este ser humano no habla, se comunica de una manera muy diferente. Es cierto que no conozco a este bebé muy bien todavía, no sé muy bien qué hacer, pero yo tengo esa capacidad.
Y, Rocío, ¿tiene que ver también con este cerebro parental, la tendencia a olvidarnos, sentirnos como más despistadas, e incluso con una sensación temporal distinta?
Sí, sí. Es porque nuestro foco está en lo que es importante realmente. Quizá nosotros no nos demos cuenta, y preguntarnos; ¿por qué me olvidé de esto o lo otro? y es porque en realidad para nuestro cerebro eso no es nada, no es importante frente a lo que tenemos: nuestro bebé.
Es la supervivencia. Realmente el bebé no puede sobrevivir sin nosotras.
Exacto, es importantísimo lo que tenemos que hacer para nuestro cerebro: asegurar la supervivencia de nuestro bebé.
Qué maravilla, cuántas cosas emergen al ser madre, es impresionante. Y quiero hacer un inciso aquí y decir: qué poco valorado está el trabajo de ser madre. Ayer hablaba con unas amigas y todas coincidimos. Por eso es tan importante el trabajo que hacéis, para apoyar y sostener el trabajo que hacemos las mamás y los papás, los cuidadores, en darle lo mejor que podemos a nuestros hijos para favorecer su desarrollo. Y esta es otra pregunta que te quería hacer. ¿Cuál es un contexto, un ambiente que favorece su desarrollo?
El tiempo que pasemos con ellos es lo más importante para esto.
Hay mamás y papás que tienen un tiempo limitado para estar con su bebé y desde la neurociencia ahora se sabe que es imprescindible, no lo hacemos socialmente porque está montado de otra manera, hay otro tipo de estructura…
Realmente el beneficio para el bebé es que su mamá y su papá estén con él el mayor tiempo posible. Y si, las estructuras sociales no sostienen esta evidencia ¿Qué te voy a decir?
Pienso ahora en tantos mamás y papás que pueden estar sintiendo, “... yo no puedo estar con mi bebé todo el día porque trabajo y tengo que dejar a mi bebé para que lo cuiden otras personas”. ¿Cómo afrontar esto?
Sí, es complicado. Yo diría que cuando estemos físicamente, le regalemos presencia al bebé. Presencia total, sobre todo (si podemos) por las noches. Ese es un momento de conexión y presencia, que si se puede hacer, apoya y sustenta la relación. Esta una manera de sincronizarnos y sintonizarnos con nuestros bebés, por las noches. Y hay estudios también al respecto. Aunque es cierto que la ciencia está un poco dividida, este tema también daría para otra entrevista entera, Miriam.
Exactamente, sí. Así es. Y también creo que es interesante ver qué nos impide estar en esa presencia de la que tú hablas, ¿Qué nos impide estar presentes en el momento en el que podemos estar con nuestro bebé?
Algo que puede impedirnos estar presentes, es, por ejemplo, estar preocupadas porque no vamos a poder estar con el bebé después.
Sí, y ahí viene todo el trabajo de mindfulness, todo lo que hacemos en Nirakara: cultivar la presencia, la atención, la autocompasión… de decir: en este momento estoy con mi bebé, sé que no voy a poder estar después, no depende de mí. Y por eso, ahora, decido estar aquí, física, mental y emocionalmente hablando, en ningún sitio más.
Sí, Exactamente.
“Los bebés necesitan ser vistos y escuchados”
Entonces, ¿qué necesitan los cerebros de nuestros bebés para desarrollarse, florecer adecuadamente y cómo podemos proporcionarles este apoyo?
El bebé te va a decir lo que necesita. Nosotros necesitamos escucharles. Los bebés necesitan ser vistos y escuchados. Y cuando les vemos y les escuchamos y cubrimos sus necesidades, entonces sentamos las bases para el apego seguro. Que eso es todo otro tema, el del apego. Cuando creamos la base del apego seguro, a partir de ahí también se construye el cerebro infantil.
Ver y escuchar a nuestros bebés no solo fortalece nuestra relación con ellos, sino que también es fundamental para su desarrollo cerebral y salud mental futura.
Comprender y valorar los cambios que experimenta el cerebro parental nos permite ser más conscientes y empáticos, no solo con nuestros hijos, sino también con nosotros mismos en este viaje extraordinario de la crianza.