Brené Brown describe la vulnerabilidad como "incertidumbre, riesgo y exposición emocional". La inestabilidad que tenemos cuando salimos de nuestra zona de confort o hacemos algo que nos hace sentir que perdemos el control.
Sentir vulnerabilidad no es un signo de debilidad, es de fortaleza. ¿O no hay detrás de cualquier acción heroica que puedas recordar, una sensación de vulnerabilidad? Puede tratarse de grandes acontecimientos de la vida, como afrontar un diagnóstico difícil, pero está igualmente presente en esos pequeños momentos de miedo que surgen cuando compartimos nuestros sentimientos con otra persona, nos sentamos a meditar con nuestra ansiedad o pedimos perdón.
"La vulnerabilidad es el lugar de nacimiento del amor, la pertenencia, la alegría, el coraje, la empatía y la creatividad". Y quizás algunas prácticas de Mindfulness, como la práctica de exploración corporal, pueda hacerte sentir vulnerable. O afrontar el estrés contemporáneo.
Brenne Brown, en una Ted Talk archiconocida, hablando sobre el "poder de la vulnerabilidad".
Objetivo del cerebro: mantenernos con vida
Hace quinientos millones de años no existía el sistema nervioso. Había criaturas básicas adaptadas al entorno, pero completamente descerebradas. No necesitaban el cerebro para sobrevivir. Seguro que se te ocurren muchas analogías con la realidad política actual, pero volvamos al tema.
Se alimentaban pasivamente. Criaturas como el anfioxo, abandonadas en las corrientes marinas, esperaban pacientemente a que criaturas comestibles se introdujeran por sí mismas, en sus sistemas digestivos. Hipotéticamente, en el período Cámbrico apareció, de alguna manera desconocida, la caza y con ello, una competitividad extraordinaria por la supervivencia, fenómeno por el cual, se desarrollaron sistemas motores sofisticados, sistemas sensitivos precisos y la capacidad de predecir el movimiento del depredador.
La competencia fue el vector de evolución de los sistemas vivos, cada vez más complejos y adaptados. El objetivo número uno del cerebro es mantenerte con vida. El pensamiento, la emoción, las funciones sociales, la empatía son cualidades que nos han adaptado mejor, pero no son el objetivo primario del cerebro. Conocer esto es fundamental. El estrés activa los sistemas de adaptación. Ante la urgencia de la supervivencia, se anulan funciones cerebrales característicamente humanas.
Es una representación del cerebro en dos estados. Cuando experimentamos estrés (derecha) las áreas frontales del cerebro se inhiben. Son las regiones que se activan en la regulación de las emociones, o el comportamiento y en tareas ejecutivas, como la regulación de la emoción. En este caso se produce un "secuestro" amigdalino. Esa pequeña región, en forma de almendra, compuesta por muchos pequeños núcleos de neuronas (en rojo), gobierna el comportamiento. Seguro que habrás oído hablar del comportamiento de lucha y huida producido por una situación estresante.
La principal función del cerebro no es pensar, es mantenernos con vida.
¿Recuerdas el experimento de la cárcel de Stanford, que diseñó el psicólogo social, Philip Zimbardo, con sus alumnos? Zimbardo se preguntó si la moralidad "correcta o adecuada" de una persona podría cambiar por el contexto. Asignando aleatoriamente a alumnos que actuarían de guardias y otros de prisioneros, generó un contexto en los sótanos de la universidad que por días imitó el procedimiento de una cárcel. Al segundo día los guardias comenzaron a manifestar comportamiento sádico y los reclusos desarrollaron desórdenes emocionales. El estudio se suspendió a los 6 días. Llegó a un límite de perversión intolerable.
Aunque ha sido objeto de críticas de todo tipo, el estudio, nos muestra hasta qué punto, la principal misión del cerebro es adaptarse al medio. Y lo hace mediante la predicción. A esto se le llama alostasis. Que literalmente significa "equilibrio a través del movimiento".
El cerebro ayuda a regular el medio interno gobernando el comportamiento anticipatorio. Así, un animal conserva la energía cuando se traslada a un lugar más cálido, antes de enfriarse, y conserva la sal y el agua, trasladándose a uno más fresco antes de sudar. La sed, por ejemplo, es una experiencia creada por el cerebro que aumenta la posibilidad de que vayas a beber agua. Cuando bebes agua dejas de tener sed, sin embargo, el líquido tardará al menos 15 minutos en llegar a la sangre. Así pues, el cerebro siempre está prediciendo qué estado fisiológico es el más adecuado para adaptarte a las demandas futuras.
Recibes un mail difícil. Una cuenta en números rojos. Tu cuerpo se prepara para la acción. La ansiedad es el mejor estado para activar las conductas que te permitan hacer lo necesario para sobrevivir. El cerebro siempre predice basándose en un modelo previo. Un modelo que se ha generado por medio de la experiencia, la prueba y el error, y del que normalmente no damos cuenta.
Ante la misma situación dos personas pueden generar diferentes respuestas. Todo depende del modelo que el cerebro tenga del mundo. La cuestión es que no es fácil cambiar el modelo que el cerebro utiliza para generar ansiedad ante las amenazas corrientes de la vida. De hecho, a veces se produce una anticipación crónica de amenazas que genera un estrés tan alto que perdemos el sueño, tenemos diferentes trastornos, todos ellos derivados de una "explosión" alostática.
¿Pero se puede entrenar el cerebro para que seamos más resilientes al estrés, para reducir la anticipación crónica de amenazas?
El estrés adapta, es obvio, pero en ocasiones no lo hace. En esas circunstancias, cuando la respuesta que se da ante un estímulo genera un desgaste o desadaptación del organismo, se denomina "estrés no adaptativo".
Pero, tengamos en cuenta otra cosa. Lo que el equipo del profesor Álvaro Pascual-Leone, jefe del departamento de Neurología Cognitiva de la Universidad de Harvard, ha bautizado como "Neurociencia Positiva".
En el estudio del cerebro se asume un modelo sencillo de entender: la lesión en una parte del cerebro conlleva la pérdida de la función asociada. Esta visión, aunque es necesaria y nos ha hecho expandir nuestro conocimiento sobre el cerebro, también tiene sus debilidades. Los mecanismos de recuperación cerebral asociados a la plasticidad cerebral pasan desapercibidos. Oliver Sacks (1995) escribía en "Un Antropólogo en Marte":
"Los defectos, los trastornos, las enfermedades, en este sentido, pueden desempeñar un papel paradójico, sacando a la luz poderes latentes, desarrollos, evoluciones, formas de vida, que nunca podrían verse, o incluso ser imaginables, en su ausencia"
Ante la enfermedad, ante el estrés crónico, los procesos de ansiedad, el malestar también es posible que surjan mecanismos de recuperación que pueden, en muchos casos, dotar a los individuos de capacidades superiores a las que tenían antes de la lesión. ¿Y si pudiéramos enfocar los problemas, o nuestras vulnerabilidades de la misma forma?
Escrito por Gustavo Diex
Físico Teórico (UAM). Máster en Neurociencia (UAB). Máster en Inteligencia Artificial (UPM). TDI en el Centro de Mindfulness de la Universidad de Massachusetts. Codirector del MBSR (Mindfulness-Based Stress Reduction) de la Universidad Complutense de Madrid y Codirector del Máster en Mindfulness en Contextos de Salud de la UCM. Investigador y profesor de Intervenciones basadas en Mindfulness.
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