Feb 7 / Ana Lasheras

Lisa Feldman Barrett: Cómo el cerebro y la interocepción moldean nuestras emociones

“Una emoción es la interpretación que hace tu cerebro de las sensaciones de tu cuerpo en relación con lo que sucede a tu alrededor.” Esta frase de Lisa Feldman Barrett se la dijo a Gustavo Diez en una conversación que hizo comprender lo poco que comprendía las emociones.

No soy experta en el tema, y me tomó varias semanas digerirlo. Pero ahora, después de reflexionarlo, quiero compartir contigo lo que he aprendido sobre la conexión entre el cuerpo, el cerebro y la creación de las emociones.

Por si no terminas de ubicarla, Lisa Feldman Barrett es una neurocientífica y psicóloga que ha transformado nuestra comprensión de las emociones humanas. La teoría constructiva de las emociones de Lisa Feldman Barrett plantea algo que rompe con la visión tradicional: las emociones no están localizadas en una región específica del cerebro.

No hay un “centro de la tristeza”, de la ira o de la alegría, como podríamos imaginar si tomáramos demasiado en serio la película Inside Out. En realidad, las emociones no son reacciones fijas y universales, sino experiencias que nuestro cerebro construye en cada momento, integrando múltiples regiones cerebrales.

No hay una tristeza idéntica a otra, ni dos personas que odien de la misma forma. Cada emoción es única porque se forma a partir de nuestras experiencias previas, nuestro entorno y, algo clave según Feldman Barrett, la interpretación que hace nuestro cerebro de las señales internas del cuerpo, lo que se conoce como interocepción.

¿Estás pasando por una gripe? El cuerpo necesita conservar energía para sobrellevar la inflamación durante varios días, y el cerebro ajusta nuestra experiencia emocional en consecuencia: nos sentimos cansados, sin ganas de salir ni de empezar nuevos proyectos. No es solo un “bajón”, es una respuesta adaptativa. Esta perspectiva desafía la idea de que las emociones son respuestas automáticas y universales. En cambio, nos invita a verlas como construcciones dinámicas que surgen de la conexión entre el cerebro y el cuerpo.

Yo también salí del colegio creyendo que solo teníamos cinco sentidos: vista, oído, olfato, gusto y tacto, los llamados sentidos exteroceptivos. Pero parece que las próximas generaciones tendrán que sumar dos más a la lista: la interocepción y la propiocepción.

Estos dos sentidos han sido reconocidos por la fisiología y la neurociencia como esenciales para entender no sólo cómo interactuamos con el mundo exterior, sino también cómo nuestro cuerpo se regula internamente y mantiene su equilibrio.

El cerebro es, en esencia, un gestor de energía. Si detecta que hay un déficit que podría ponernos en riesgo, ajusta nuestra respuesta metabólica, moldea nuestra conducta y hasta influye en nuestras emociones.

Por eso, la próxima vez que me sienta más triste de lo normal después de una semana de estrés, pensaré en esto. La tristeza no es solo un estado emocional; también es una señal del cerebro que busca protegerme, ayudándome a conservar energía y recuperarme.
Lisa Feldman Barrett describe la interocepción como un barómetro general del cuerpo, un gestor de la energía, que influye en cómo nos sentimos y actuamos. Esto me recordó el trabajo de Nazareth Castellanos, otra investigadora clave en este campo. En su libro Neurociencia del cuerpo, nos muestra cómo el cuerpo no es solo un recipiente de la mente, sino una parte activa de nuestras emociones y pensamientos.

La interocepción: el puente entre mente y cuerpo

En una conversación con Gustavo, me comentaba que la neurociencia de la interocepción es un campo en plena expansión y que jugará un papel clave en el futuro. Aunque todavía no tiene el protagonismo que merece, será fundamental para comprender la conexión entre el cerebro, el cuerpo y las emociones.

Además, será crucial para desarrollar tratamientos más efectivos para personas con dolor crónico, ansiedad o depresión. Estas condiciones podrían estar relacionadas con una desorganización del sistema interoceptivo, lo que afecta la manera en que el cerebro interpreta y regula las señales del cuerpo.

En el caso del dolor crónico, se sabe desde hace tiempo que el sistema nervioso central puede sobrerreaccionar a las señales de dolor (nociceptivas), interpretándolas como una amenaza y generando una experiencia subjetiva de dolor persistente. A esto se le llamó sensibilización central, y recientemente también se ha denominado dolor nociplástico

Sabemos que el cerebro predice, ajusta y regula el estado interno del cuerpo basándose en señales sensoriales internas. Estas predicciones no solo afectan nuestro estado físico, sino que también influyen en nuestras emociones y estado de ánimo.

Entonces, ¿podría ocurrir algo similar en la ansiedad? ¿Y si el cerebro interpretara ciertas señales del cuerpo como potencialmente peligrosas, generando un estado de angustia constante? Pues parece que esta hipótesis tiene bastante sentido.

De hecho, Gustavo me contó que en su último artículo (actualmente en revisión) junto a Nazareth Castellanos, han encontrado resultados que apuntan en esta dirección. Estaré muy atenta para contaros más detalles cuando sea publicado.
Cuando leemos sobre interocepción, podría parecer que nos referimos a cosas tan simples como "sentir el latido del corazón" o "notar hambre". Pero en realidad, esas son solo sensaciones somáticas. La interocepción es algo más complejo: no se limita a identificar estas señales, sino que las interpreta en un modelo general del cuerpo. Al igual que nuestro cerebro tiene una representación del mundo, tiene una representación del cuerpo. Ese modelo podría explicar lo que nos hace sentirnos bien o mal, estar calmado o ansioso.

Feldman Barrett resalta la importancia de entender el cerebro y el cuerpo como un sistema integrado, donde las experiencias emocionales y físicas están profundamente interconectadas.

Una vuelta de tuerca al concepto cuerpo-mente en salud mental

"La separación entre salud mental y salud física no ayuda. No ayuda a la ciencia. No ayuda a los médicos. Y ciertamente no ayuda a los pacientes."

Lisa Feldmann Barret

Feldman Barrett decía que la separación entre salud física y mental no es más que una construcción cultural. En realidad, las emociones están profundamente influenciadas por el estado del cuerpo. Por ejemplo, condiciones como la diabetes o las enfermedades cardíacas suelen venir acompañadas de síntomas relacionados con el estado de ánimo. Esto no es casualidad: el cerebro interpreta el esfuerzo metabólico extra como una señal de que algo no está bien, y parece ser que lo traduce en emociones negativas o en malestar general.

¿Podríamos abordar los trastornos mentales desde esta perspectiva? En este artículo no encontrarás una respuesta concreta. Pero me queda claro que Lisa Feldman Barrett y Nazareth Castellanos coinciden en algo fundamental: es necesario integrar todos los aspectos del ser humano. Se podría integrar el tratamiento de síntomas emocionales con terapia cognitivo conductual, o con mindfulness, además de considerar también el cuerpo, el metabolismo, el sueño, la alimentación y hasta el uso de pantallas. Y al contrario: cuando existe una patología física, no abordarla de forma aislada y tener en cuenta las dimensiones psicológicas y sociales.

La interocepción nos recuerda que somos un sistema integrado, donde cerebro, cuerpo y emociones están profundamente conectados. Entender esta conexión no solo nos ayuda a gestionar mejor nuestra salud mental, sino que también nos invita a reflexionar sobre nuestras decisiones cotidianas: cómo dormimos, qué comemos, cuánto nos movemos…

Para cerrar, quiero invitarte a disfrutar de un fragmento de la conversación entre Gustavo Diez y Lisa Feldman Barrett, quien explica de manera magistral cómo la interocepción es el eje que conecta las funciones básicas del cuerpo con nuestras experiencias emocionales.

Escrito por Ana Lasheras 

Área de Comunicación del equipo Nirakara.