Tenemos la ilusión del cristal. Creemos que nuestros ojos son una estructura transparente, a través de la cual, entran las imágenes del mundo. Creemos que lo que vemos es la realidad. Pero la realidad es algo más complejo. ¿Puedes imaginar la experiencia visual de un camarón mantis pavo real con esa gama cromática tan increíble? ¿Puedes ponerte en la posición de un niño asustado que no conoce más que el círculo cerrado de sus relaciones familiares y que no sabe, que al fin y al cabo, toda circunstancia difícil, por dolorosa que sea, termina por cambiar y, por lo tanto, vive la angustia de su maltrato como algo eterno e inmutable? ¿Qué habrá aprendido su sistema nervioso? ¿Cómo reaccionará ante circunstancias similares en el futuro? ¿Cuál será su relación con las experiencias desagradables cuando sea adulto? Tal es el omnipresente papel del cerebro en todo esto. Para retratar el asunto, te invito a ver un video.
El experimento de la mano de goma
El experimento de la mano de goma muestra cómo el cerebro "crea" percepción basándose en un conjunto de datos. Los individuos se sientan cómodamente en una silla. En frente se coloca una mesa. Un panel perpendicular al tronco tapa completamente uno de sus brazos. Se coloca un brazo de goma de tal forma que parezca, efectivamente, su brazo "real". Mediante una estimulación del brazo oculto y el brazo de goma, el cerebro interpreta que, verdaderamente, el brazo de goma es su (nuevo) brazo real. Los individuos sienten dolor, calor o frío en su brazo de goma, porque obviamente, todo estado es una "creación" cerebral. Al igual que la angustia por una situación económica delicada o un examen que se avecina parece perfectamente real. Pero una imagen vale más que mil palabras: ir al video
En un experimento publicado en la revista elife se mostraba mediante resonancia magnética funcional que efectivamente, cuando un individuo había sido preparado por la ilusión de la mano de goma, ¡su cerebro era temporalmente menos capaz de activar los músculos de su mano real! Es como si el cerebro dejara de considerar la mano real como parte del cuerpo. Así pues, el experimento no es una fantasía extraña, sino que expone la principal función del cerebro: la adaptación mediante la predicción.
Nuestra capacidad para tocar un instrumento de música como si, verdaderamente, fuera parte de nuestro cuerpo, o la destreza con la que una persona invidente se orienta en la calle con un bastón, son posibles, gracias a la maravillosa plasticidad de nuestra percepción.