ARTÍCULO

Antropología de la meditación:
¿Por qué el ser humano meditó?

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gustavo diex
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¿Cuándo pudimos meditar?

  • El ser humano desarrolló extraordinariamente su atención debido a la creciente utilización de instrumentos.
  • El uso de herramientas le hizo desarrollar un "cerebro social" más evolucionado que le permitió transmitir información complicada a sus semejantes.
  • Las sociedades se hicieron más complejas generando además mitos compartidos, lo que les permitió agruparse en números extraordinariamente grandes, dando lugar a civilizaciones.
  • El mito es práctico por las narrativas compartidas, generadoras de lazos sociales muy fuertes, con una identidad grupal muy marcada y en un número muy grande. Para hacernos una idea de la epopeya humana, el tamaño de los grupos de neandertales, aunque sea un tema de debate en la paleoantropología, se estima entre 10 y 30 individuos, dependiendo de la disponibilidad de recursos y el área geográfica.
  • Las tradiciones humanas se fueron fortaleciendo. La utilización de artefactos (imágenes, estatuas, objetos sagrados) y la utilización de ritos son claves para explicar la cristalización de una identidad de grupo tan compleja y estable.
  • En algún momento, en el último milenio antes de cristo, lo que Jaspers llama la época axial, el ser humano se dio cuenta de que gran parte del sufrimiento es de naturaleza psicológica y que existe un estado posible en el que ese sufrimiento desaparezca.
  • Eso dio lugar a las religiones y sistemas de pensamientos postaxiales marcadas por un vector soteriológico. El vector soteriológico es un modelo que introduzco en este texto y que sintetiza un esquema de pensamiento que permea los sistemas de pensamiento y las grandes religiones desde la época axial.
  • La palabra soteriología viene del griego "soteria", que significa "salvación". Normalmente se utiliza en el estudio de las religiones que estudian, de alguna forma, los medios para salvar al ser humano de su sufrimiento (budismo, hinduismo), el pecado original (cristianismo), o cualquier estado indeseable en el que se encuentre. Pero no sólo impregna las religiones, también la cultura en su conjunto.
  • Actualmente, hay un gran sentido de superación en la sociedad. Utilizamos el conocimiento, el ejercicio físico, la alimentación e incluso los ideales políticos como un medio de alcanzar un yo futuro más perfecto. Lo llamo vector, porque no sólo lo entiendo como un concepto, sino como una fuerza que reordena la visión del mundo, su sentido y el propósito de los individuos y la sociedad.
  • Lo importante del vector soteriológico no es su veracidad, pues obviamente no pertenece al terreno de la experimentación por su naturaleza irrefutable, sino el efecto que esta estructura de pensamiento tiene en las personas y la sociedad.
  • Las prácticas de meditación surgen como parte de sistemas más complejos y tienen el objetivo de transformar el cuerpo y la mente para alcanzar un ideal futuro de ser humano.
  • ¿Es posible que la gran transformación de las sociedades humanas en los últimos tres milenios se deba en parte, a este vector soteriológico, a saber, el mito compartido de que el ser humano nace en un estado de imperfección y que, por ciertas prácticas o vida moral, puede transformarse a sí mismo? ¿No es el sentido de la meditación, en general, un medio para salir del sufrimiento y poder alcanzar un estado futuro libres del sufrimiento?

La atención: una clave en el desarrollo del cerebro humano

En un sugerente artículo, Emiliano Bruner se pregunta si un Neandertal puede meditar. Uno de los factores determinantes para practicar meditación es tener la capacidad de regular la atención. La atención es una habilidad que puede afectar nuestra inteligencia, como un director de orquesta que ayuda a los músicos a encontrar un ritmo y tono que sean sinérgicos con el conjunto. El resultado final es una pieza armónica; un flujo musical sin desvíos ni arritmias. Por eso, ahora que escribo con atención, las ideas parecen brotar con facilidad.

La atención es como un cuello de botella, un factor limitante, dice Bruner, que aísla ciertas habilidades corticales aumentando la eficiencia en las tareas. Por eso la atención está tan ligada con la inteligencia. La evolución de nuestra especie ha estado caracterizada por un aumento de la inteligencia general y, en consecuencia, de la capacidad de atención.

Los neurocientíficos evolutivos estudian el tamaño y la forma de los cráneos de antiguos homínidos para desarrollar inferencias acerca de las posibles funciones cerebrales que disponían. Pero no es tan fácil como parece. Mayor volumen craneal no tiene por qué implicar mayor inteligencia. El cambio en el volumen craneal no desvela con precisión qué regiones cerebrales han aumentado o disminuido de tamaño, o si ha cambiado la arquitectura topológica del cerebro. Un cráneo más grande no tiene por qué estar asociado a una mayor cantidad de neuronas, puede estar asociado a cambios en las conexiones, la glía, los vasos sanguíneos o el tejido conectivo. Además, las diferencias en el tamaño del cerebro entre los homínidos se basan en valores promedio, pero sus rangos se superponen ampliamente. El volumen craneal de los humanos modernos, por ejemplo, tiene una variación del 50%: hay una gran diversidad sexual y geográfica.

Aun así, las pruebas recogidas muestran que el lóbulo parietal de los neandertales experimentó una pequeña expansión lateral, mientras que los humanos modernos experimentaron una expansión mayor y más pronunciada de esta región cerebral, posiblemente relacionada con el tamaño del lóbulo inferior, el tamaño del precuneo y la extensión del surco intraparietal. Teniendo en cuenta que el sistema frontoparietal se relaciona con la memoria de trabajo y la atención, parece que el ser humano tuvo que aumentar sus capacidades atencionales por algún motivo.

Bruner apunta a que, probablemente, el desarrollo de la atención estuvo ligado al desarrollo, cada vez más complejo, de la tecnología. Las herramientas más antiguas, como las Oldowan y Acheulean, fueron utilizadas por humanos antiguos generando cambios generales en la cognición y el comportamiento. El uso de la tecnología genera cambios evolutivos profundos. Al principio, los humanos usaban herramientas de vez en cuando, pero con el tiempo, se convirtieron necesarias para la supervivencia. El ser humano necesitó de su habilidad técnica para expandirse por la tierra.

La extraordinaria expansión del cerebro social

El uso de herramientas cada vez más sofisticadas nos hace pensar que los humanos, a la par, han tenido que desarrollar una capacidad de comunicación más avanzada para compartir sus conocimientos. A medida que el aprendizaje social se volvía más complejo también lo hizo nuestro cerebro. Es probable que el desarrollo de una compleja comunicación basada en el lenguaje hablado estuviera asociado con una capacidad mayor de imaginar mentalmente nuestro pasado y futuro, también relacionada, con la corteza parietal.

La evolución humana ha resultado en una serie de adquisiciones funcionales, incluyendo la capacidad para generar cultura de manera sofisticada. Esto permitió a las comunidades humanas crecer en tamaño, alcanzando grandes colectividades. La necesidad de unir a estos individuos probablemente condujo a la creación de mitos. Las creencias compartidas, que explican el origen del mundo y el papel del ser humano en él, mantuvieron a los individuos unidos y cooperando. Miles o cientos de miles de personas unidas por una identidad común e imaginaria.

¿Cómo se genera y se consolida una cultura?

En general la cultura existe en aquellos individuos que necesitan cooperar para adaptarse al entorno. En el caso del ser humano, la evolución del "cerebro social" permitió la creación de grupos enormes de individuos unidos por una identidad común. Ese es el poder de la cultura. Es necesario que los individuos puedan aprender unos de otros, lo que llamamos aprendizaje social. Mediante el aprendizaje social se consolidan comportamientos o formas de pensar que llamaremos tradiciones.

Sirva como ejemplo, el caso de los macacos japoneses. En un estudio, a mediados del siglo pasado, los investigadores alimentaron a los macacos con boniatos en una isla japonesa. Un joven mono, llamado Imo, hizo una pequeña innovación: empezó a lavar la arena de la comida en un arroyo. El comportamiento se extendió gradualmente entre sus compañeros y familiares hasta convertirse en una tradición en su grupo. Los investigadores han observado cómo se crean tradiciones en primates, cetáceos, lemures o abejas, y, también, pueden generar artificialmente tradiciones que se transmiten en el clan y entre padres y descendientes. ¿Qué hace que un conocimiento pueda consolidarse con tal arraigo que se transmita naturalmente como una tradición incorporada? La respuesta es simple y bastante conocida: el conocimiento será incorporado sólo si es asumible por los individuos y representa una ventaja adaptativa.

Podemos decir el uso de TikTok entre "centenials" es una tradición. Las tradiciones se relacionan dinámicamente, unas con otras, formando un conjunto de comportamientos, formas de pensar, maneras de resolver problemas, uso de artefactos, patrones de interacción entre individuos y visión compartida de la realidad, que llamamos cultura. Las tradiciones se consolidan, a veces, por patrones de comportamiento concretos, que se repiten cíclicamente en el tiempo y que llamaremos rituales. El ritual de la misa congrega a los feligreses en un tiempo y espacio determinado para renovar los lazos identitarios y consolidar las tradiciones. Pero la vida humana está llena de rituales. Un ritual es parar a las 12 para tomar un café con los compañeros en un rincón habilitado o entre estudiantes, quedar después de clase los viernes, para ir a tomar cervezas al bar de al lado de la facultad. Los rituales son patrones estandarizados y secuenciados de comportamientos verbales y no verbales que se realizan dentro de un grupo con cierta regularidad y representan, en todas las especies, un medio para cristalizar fundamentos importantes de la cultura para el clan, generando un sentimiento de realidad compartida.

En el caso del ser humano, los artefactos son importantes. Los artefactos son objetos que recogen un significado de alto valor cultural. La estatua de un buda de madera no es madera, representa la aspiración de alcanzar un estado libre de sufrimiento mediante una vida virtuosa y la práctica de la meditación. Poner un incienso al lado de la estatuilla es una manera de consolidar el propósito de las acciones y el sentido de vida, fortaleciendo una tradición compartida con un conjunto grande de budistas. El artefacto central del cristianismo es un libro, la biblia. Pero nuestra existencia humana está plagada de artefactos que construyen nuestra realidad. Las marcas de ropa, los dispositivos móviles, los automóviles, no sólo son artefactos que tienen un fin pragmático, también dotan de propósito y significado nuestra existencia.

El homínido que sabe que sabe

El ser humano no sólo necesita ser capaz de regular la atención para comenzar a practicar meditación, también necesita ser consciente de su propia mente. La metacognición (el conocimiento del conocimiento, o saber que se sabe) también ha sido relacionada con una gran red frontoparietal que comparte arquitectura con funciones atencionales.


Una persona desdichada, que no es consciente de su desdicha, vive sin deparar en su condición. Su insatisfacción será real, pero estará inaccesible, como ocurre con la gravedad o la densidad del aire en nuestra realidad cotidiana. Entonces, ¿cómo podría cambiar voluntariamente algo en lo que ni siquiera piensa? Un factor necesario, podríamos resumir, para tener un cambio psicológico positivo o del comportamiento, es ser consciente de nuestras miserias.


Por lo tanto, la generación de un sistema estructurado de meditación no fue solo una cuestión de capacidad, sino de necesidad. En algún momento, los humanos necesitaron practicar meditación, y de alguna manera, esta práctica les brindó una ventaja adaptativa, de lo contrario, no habría sobrevivido hasta nuestros días. La comprensión del sufrimiento y su causa en la mente se remonta a más de dos mil trescientos años atrás, como se puede leer en el siguiente texto del canon pali. Es necesario darse cuenta de que el sufrimiento existe y que su origen está en la mente humana:


“Todo lo que hay de pernicioso, relacionado con lo pernicioso, perteneciente a lo pernicioso, todo emana de la mente. Todo lo que hay de bueno, relacionado con lo bueno, perteneciente a lo bueno, todo emana de la mente”. Aṅguttara Nikāya

El yo futuro mejorado

Pero hace falta, al menos, otra cosa. Si una persona está tratando de cambiar, ha de tener, por fuerza, un ideal de vida. Una representación de un estado futuro, de un "yo futuro mejorado", que se presente deseable y verosímil. Si no existe una representación de un "yo futuro mejorado", una persona, aunque sea consciente de su sufrimiento, no tendrá la motivación de cambiar. Amputada de toda posibilidad, vive con esa carga indefectible. Su suerte pertenece a un "orden natural" e inmutable. Tal podría ser el caso de cualquier esclavo de la antigüedad. Tan imposible se concebía la libertad para aquel esclavo, que se consideraba una enfermedad mental el intento de emancipación[1]. La persona resignada a su fatalidad, y vacía de cualquier otra posibilidad, vive soportando la carga. No sabe que es posible otra vida para sí. No hay cambio voluntario si no hay una representación de un "futuro" mejor.


Y en todas las tradiciones en las que se han desarrollado las prácticas de meditación hay un "futuro mejor". Un estado posible en el que la persona se libera de la cadena renacimientos (Moksha en los vedas hinduistas), o se vive sin rastro de sufrimiento (el arhat que alcanza el nirvana en la tradición budista) o alcanza algún paraíso permanente (el reino de los cielos).
Con esto no estoy diciendo que ese estado sea real o realizable, y quizás sea lo de menos. Lo que estoy intentando decir es que la dirección que aporta un horizonte de cambio, aunque sea imaginario, es la chispa revulsiva que produce, efectivamente, un cambio. Y cabría preguntarse si el cambio producido, se parece o no, al constructo ideal que sirvió de guía.

El surgimiento de la conciencia de cambio

Jaspers defiende la existencia de un periodo en el primer milenio a.C., específicamente del siglo VIII al siglo III a.C., en el que hubo una transformación "axial" o "fundamental" en la relación entre los gobernantes y los gobernados y las leyes y costumbres, junto con la emergencia de una nueva forma de religión e ideología moralizadora, como se manifiesta en el budismo, el confucianismo, el hinduismo, el judaísmo, el platonismo y el zoroastrismo.

La categoría pre y postaxial tendría dos criterios de clasificación, uno temporal, antes y después de la era axial y otra cualitativa: "La religión preaxial se centra (pero no únicamente) en la preservación del orden cósmico y social, y la religión postaxial se centra (pero no únicamente) en la búsqueda de la salvación o la liberación".

La categoría preaxial comprende a las religiones "primitivas" de la edad de piedra, previas a la literatura, así como las antiguas religiones "sacerdotales", ahora extinguidas, y que tuvieron un importante papel político, social y económico, y que se desarrollaron en Oriente próximo y Egipto, Grecia y Roma, India y China. Quizás, la diferencia fundamental radique en que si bien, para las religiones preaxiales todo sucedía por pertenecer a un orden natural, en las religiones postaxiales se hacía énfasis en el desarrollo de la persona.

La persona nacía con un estado imperfecto, el samsara oriental o el pecado original del cristianismo, y mediante una vida marcada por la moral y las prácticas religiosas, lograba liberarse, por fin, de su fatalidad.
El katha Upanishad es un texto hinduista que probablemente tenga más de 2600 años. Un texto rico filosóficamente y que tiene la primera mención a la palabra yoga en la historia de la humanidad. En él se lee:
Esto, el sujetar firmemente los sentidos y la mente, es lo que se llama Yoga. Quien alcanza la conciencia del Yoga no debe ser negligente, pues el estado de Yoga va y viene como un vagabundo errante.

El vector soteriológico

Lo que distingue a las religiones y sistemas de pensamiento postaxiales, quizás, es lo que llamo el "vector soteriológico"[2]. Este concepto sugiere que existe un estado presente caracterizado por el dolor o la imperfección, y un estado futuro de liberación de ese dolor o de la perfección humana. Mantengo que el "vector soteriológico" se manifiesta en todas las grandes religiones postaxiales, pero también en la filosofía clásica.

De hecho, Pierre Hadot, el aclamado filósofo francés especializado en filosofía griega, sostiene que la práctica filosófica implicaba la realización de prácticas regulares para transformar la propia vida en un camino de evolución hacia la perfección personal. El objetivo era alcanzar el ideal del sabio y vivir una vida virtuosa.
Según los textos budistas o védicos, el ser humano vive presa de un estado de insatisfacción perenne, fruto del aferramiento. Tal aferramiento se entiende como una actividad psicológica que surge por reacción ante las experiencias agradables o desagradables, generando avidez o aversión, oscureciendo o sesgando el entendimiento de la realidad.
El budismo propone un método para superar el sufrimiento: el óctuple sendero. En los yogas Sutras de Patanjali, de forma paralela, se desarrolla, en cuatro capítulos, cómo desarrollar el nirvikalpa samadhi. El resultado: la extinción del sufrimiento.

Desde una perspectiva antropológica, resulta más relevante preguntarnos sobre el impacto del "vector soteriológico" en el desarrollo humano, que cuestionar la veracidad de la teoría del nirvana budista o el moksha hindú. Estas creencias son características exclusivas del pensamiento religioso y, por lo tanto, irrefutables.

Desde un enfoque rigurosamente experimental, no podemos aceptar declaraciones irrefutables como verdades simplemente porque no se pueden demostrar falsas[2-1]. Sin embargo, el vector soteriológico tiene una trascendencia fundamental y probablemente explique el notable progreso humano en los últimos tres milenios. Las imágenes soteriológicas, como la figura de un buda en meditación o shiva nataraja, muestran un horizonte para el ser humano. Han consolidado en la mente de grandes grupos humanos una esperanza de cambio en el futuro y un sentido para las acciones diarias.

El «vector soteriológico» tiene una «fuerza»: la necesidad de emanciparse de la insatisfacción y alcanzar la liberación. Una «dirección»: pues todo conocimiento es correcto o no, en base a su efectividad de consecución de esa liberación posible. Y también tiene un «sentido»: el adepto parte de un «estado imperfecto» y llegará, si aplica correctamente el camino, a un «estado de perfección».

Quizás, como última reflexión, cabría preguntarse sobre los vectores soteriológicos que guían a nuestras sociedades hoy en día, porque tal vez en su estudio y comprensión encontremos alguna pista del futuro que nos espera.
NOTAS
  1. Samuel Cartwright, médico estadounidense, definió este trastorno mental. Lo llamó drapetomanía, describió el protocolo de curación de estos individuos y no dejó de dar consejos a los ciudadanos de la época.
  2. Como decía Popper podemos encontrar n enunciados irrefutables y excluyentes. Podemos dar el ejemplo de uno de esos enunciados irrefutables y excluyente: «el fin de duḥkkha en el ser humano sólo se podrá dar cuando una raza de humanoides extraterrestres, muy avanzados en biotecnología intervengan en nuestro primitivo ADN. No sería posible hacerlo de otra forma porque nuestro ADN es de bajo nivel». No es difícil dar cuenta de que podemos idear un numero infinito de enunciados irrefutables y excluyentes entre sí para llegar a la conclusión de que necesariamente n o n − 1 enunciados serían falsos.

Escrito por Gustavo Diex

Director del Instituto Nirakara,
Físico Teórico (UAM). Máster en Neurociencia (UAB). Máster en Inteligencia Artificial (UPM). TDI en el Centro de Mindfulness de la Universidad de Massachusetts. Codirector del MBSR (Mindfulness-Based Stress Reduction) de la Universidad Complutense de Madrid y Codirector del Máster en Mindfulness en Contextos de Salud de la UCM. Investigador y profesor de Intervenciones basadas en Mindfulness.

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