ARTÍCULO

La muerte como vía

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escrito por
Lorena Cabeza
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Es difícil asumir la muerte, pero, si nos acercamos con curiosidad y apertura a un fenómeno que, queramos o no, tocará a la puerta en algún momento, ¿qué se puede aprender de ella? Frank Ostaseski, cofundador del Zen Hospice Project en Estados Unidos, acompañante de moribundos durante más de tres décadas y autor del libro recientemente publicado Las cinco invitaciones, habló sobre este tema en la Universidad Complutense de Madrid.

Una sucesión de imágenes de personas enjutas, demacradas, con un solo elemento en común, el encontrarse en la recta final de sus vidas, acompañó la conferencia con la intención declarada de acercar a los asistentes a una realidad que es difícil de afrontar. “Esto no es un cuento de hadas”, advirtió Ostaseski. Y desde esa presencia, la de las personas a quien acompañó en el proceso de muerte y a las que él considera “sus maestros”, comenzó su disertación, centrada en el aprendizaje posible, “Las cinco invitaciones”, que surgen al acercarse a la muerte con integridad.

¿Cómo ha cambiado la relación con la muerte a lo largo de la historia en la cultura europea? Hasta finales del siglo XIX y principios del XX la medicina, encarnada en la figura del médico, ha estado separada del proceso de morir. El galeno se acercaba a los enfermos “mientras había algo que hacer”, y luego dejaba su cuidado en manos de familiares y allegados. Fue a mediados del siglo XX cuando el ocultamiento de la muerte en hospitales y centros sanitarios se generalizó, hasta el día de hoy, cuando el 78% de las personas encuentra el final de sus días en una de estas instituciones[i].

En los años 70, Elizabeth Kubler-Ross sentó las bases del cuidado en este tramo de la vida con su descripción de las cinco etapas del duelo (negación, ira, negociación, depresión y aceptación), señaladas en su obra seminal On death and Dying (1969)[ii], donde además  propone la sanaciónencontrar la calma en cualquier circunstancia– como una oportunidad siempre disponible, no sólo para los pacientes y sus familiares, sino también para el personal sanitario. Kubler-Ross contrapone la sanación al enfoque habitual dirigido a la curación, centrado en la eliminación de la enfermedad y sus síntomas, y por tanto, no siempre posible[iii].

En el Libro tibetano de la vida y la muerte[iv], se dice: “La muerte es un espejo en el que se refleja todo el sentido de la vida”. Ante su cercanía, es posible ver con claridad meridiana lo que es importante y lo que no. La consciencia sentida de nuestra propia finitud es quizá la mejor vía, si no la única, para tener el coraje de vivir de manera genuina. En palabras de Ostaseski, “no puedes estar del todo vivo sin ser consciente de la muerte”.
“La muerte puede ser triste y dolorosa y un caos, pero también puede ser bonita y trascendente. Sobre todo, es normal, todos pasaremos por ahí”. ¿Acaso es posible prepararse para vivir una buena muerte? Para él, “creer que en el momento de la muerte vamos a tener la fortaleza física, la estabilidad emocional o la claridad mental para hacer el trabajo de toda una vida es una apuesta absurda. La mejor preparación para morir es una vida vivida plenamente”.

Ostaseski refleja lo aprendido a lo largo de más de tres décadas de acompañamiento a moribundos en su obra, recientemente publicada, “Las cinco invitaciones”. Invitaciones de la muerte porque, explica, una invitación es un ofrecimiento, una solicitud que puedes aceptar o no, como una invitación a tomar un café o a pasar una tarde juntos. Para él, estas cinco invitaciones son “una llamada a la transformación, porque te pueden llevar a cruzar el umbral, pero serás tú quien elija si quieres entrar”.

Primera invitación: No esperes
“La espera está llena de expectativas. Esperar a que llegue el siguiente momento es perder este momento”, dice Ostaseski. Cuando se habla de la muerte, además, parece que siempre va a llegar más tarde, y esas palabras, “más tarde”, dan una distancia muy cómoda de la experiencia.

La realidad, sin embargo, nos dice que nadie sabe cuándo va a llegar su final, y de ahí esta invitación: ¿hay algo importante que consideras que debes hacer? No esperes. No habrá mejor momento que ahora para llevarlo a cabo.

“Aunque decirlo es casi banal, debe subrayarse continuamente: todo es creación, todo es cambio, todo es flujo, todo es metamorfosis”, decía Henry Miller[v]. Con distintas cadencias, todo es efímero: desde las células humanas hasta las estrellas que se apagan.

De acuerdo a la filosofía budista, el aferramiento a una estabilidad ilusoria es motivo de sufrimiento innecesario. La comprensión visceral de la temporalidad como una propiedad inherente a la vida puede llevar incluso a “celebrar la impermanencia”, lo que permite ser “libres para saborear la vida, para tocar cada momento transitorio, ya sea de alegría o de tristeza”.

El tiempo pasa. La vida no se detiene. No esperes.

Segunda invitación: Acepta todo, no rechaces nada
Esta propuesta, ¿significa acaso que ha de agradar todo lo que sucede? En absoluto. Aceptación no es resignación. Se trata más bien de acercarse a aquello que, se quiera o no, está delante de uno, y ver qué se puede aprender.

La vida traerá, sin duda, experiencias inesperadas, a primera vista indeseables. Esta invitación propone descubrirlas, curiosear en ellas, indagar, aprender y aprovechar lo que la experiencia ofrece a cada momento.

¿Es posible aceptar lo inaceptable? El mismo Ostaseski relata cómo las enfermeras pediátricas de cuidados paliativos manifestaban que no les parecía aceptable que los niños fallecieran. Sin embargo, solo en Estados Unidos mueren cada año casi 60.000 menores, la mitad de ellos bebés. ¿Cómo es posible, decía él, ayudarles a morir en paz desde la negación de la experiencia?

Aceptar todo y no rechazar nada es una invitación a la apertura, una actitud clave en la exploración honesta de la realidad. Es estar abiertos a todas las posibilidades y trabajar con lo que hay. Es “sentirlo todo”, lo anormal y lo ordinario, lo hermoso y lo horrendo, lo atractivo y lo repulsivo: “Es una oportunidad de ser conscientes de que algunos haremos el amor y otros harán la guerra (…). Hay devastación y desesperanza y también pasión y compromiso de intentar construir un futuro mejor”.

Tercera invitación: Pon todo tu ser en la experiencia
A todo el mundo le gusta parecer fuerte y saludable. Mostrar, de alguna manera, que las cosas le van bien. Al tiempo, cada uno de nosotros contempla aspectos de sí mismo que rechaza. Y, sin embargo, esa parte de nosotros que consideramos “indeseable” o, dicho de otro modo, nuestra propia vulnerabilidad, es un “lugar de encuentro con otras personas”: un espacio para relacionarnos con otros desde el reconocimiento de las cualidades humanas y, por tanto, imperfectas, que compartimos. Desde ahí es posible tratar el dolor ajeno con integridad y compasión, en vez de con lástima y soberbia.

Si perdemos el contacto con esas partes de nosotros que rechazamos, perdemos también la visión global de quiénes somos y por qué actuamos como lo hacemos. La integridad significa aceptar las luces y las sombras, es decir, verlo todo. No tiene que ver con la perfección sino, más bien, con la no exclusión de aquellos aspectos de nosotros mismos de los que nos avergonzamos o nos parecen censurables. Desde ahí, surge de manera más natural la conexión empática con el otro.

Esto también es válido para los profesionales del cuidado: “Llevo cuarenta años haciendo esto, tengo una caja llena de herramientas, pero no coloco esa caja entre mí mismo y la persona a la que voy a servir. Yo no guío con mis herramientas, guío con mi humanidad, y eso es lo que me permite crear un puente de empatía con la otra persona”, decía Ostaseski.

Cuarta invitación: Encuentra un lugar de descanso en medio de los acontecimientos
Es común pensar en el reposo como algo que llegará después: al final del día, en las vacaciones, tras acabar la lista de tareas… Se toma el ocio como un lujo o tiempo perdido, cuando lo cierto es que todos los seres vivos tienen espacios en los que su metabolismo se ralentiza hasta que llega el momento de la activación, cuando las condiciones son adecuadas.

Contaba Frank Ostaseski la historia de Adele, una señora judía de 86 años dura y tenaz, en proceso de muerte, nada interesada en la meditación, pero muy motivada para aliviar el enorme sufrimiento que padecía en sus últimas horas. Adele respiraba con dificultad. Él se sentó a su lado y le sugirió prestar atención a la pausa que se produce entre la inhalación y la exhalación. Lentamente ella se fue calmando y, poco después, murió de manera apacible. “Creo que encontró un lugar de descanso en medio de los acontecimientos”, dijo Ostaseski, que compartió con ella la última parte de su vida.

Existe un relato zen que cuenta cómo, mientras un monje barría con ganas los jardines del templo, pasó otro y le dijo: “¡Qué ocupado!”. Y él replicó: “Que sepas que aquí hay alguien que no está ocupado”. La moraleja es que siempre es posible mantener una parte de uno mismo en calma, incluso en medio de la actividad.

“Este lugar de reposo está siempre a nuestra disposición. Se experimenta cuando ponemos toda nuestra atención, sin distraernos, en este momento, en esta actividad”, dice Ostaseski en su obra. Con la práctica, ese espacio se hace cada vez más presente en la vida cotidiana.

Quinta invitación: Cultiva la Mente de No Saber
¿Por qué habría que fortalecer esta cualidad? ¿Acaso se invita a la ignorancia? En la visión propuesta por Ostaseski, y basada en la filosofía budista Zen,  la ignorancia es saber algo equivocado. En cambio, la mente de no saber o mente de principiante se conecta con la curiosidad, la sorpresa y el asombro. Se trata de una disposición pura al aprendizaje, no limitada por las ideas preconcebidas.

En la mente de principiante hay muchas posibilidades, mientras que la mente experta sólo hay unas pocas[vi].  Cuando actuamos desde nuestros conocimientos previos, “nuestra visión se estrecha” y “la facultad para tener una visión panorámica se reduce”, viendo sólo “lo que nuestros conocimientos nos permiten ver”.

El cuidado de personas afectadas por demencia pone en contacto con la confusión nacida de la vivencia de un pensamiento racional enajenado. La aversión a esta pérdida de control extrema produce distanciamiento y perturbación. ¿Acaso es posible explorar también esta experiencia con mente de principiante?

Ostaseski relata en su libro cómo Harrison Hoblitzelle, llamado Hob por sus amigos, maestro de literatura, psicoterapia y budismo aquejado de Alzheimer, continuó con sus enseñanzas cuando fue diagnosticado de la enfermedad. Frente a un grupo, y de forma súbita, olvidó quién era y qué hacía ahí. Así que describió sus experiencias al tiempo que las experimentaba: “Mente en blanco, curiosidad, nerviosismo, calma, mente en blanco…”. Por unos momentos, Hob pudo habitar la experiencia de tener alzhéimer desde la perspectiva amplia de la ecuanimidad, sin añadir sufrimiento innecesario. Varios de los asistentes dijeron que ésa fue una de “las mejores enseñanzas” que habían recibido nunca.

Para Ostaseski la muerte, o la cercanía a ella, supone uno de esos momentos transformadores que, como el hecho de dar a luz o sumergirse en la contemplación de la naturaleza, nos pone en contacto con lo más íntimo y real de la vida. Constituyen, todas ellas, experiencias, en última instancia, incomunicables. Además, señala, “una sabia apertura a la muerte afirma la vida. Nuestras ideas y creencias sobre la muerte nos afectan aquí y ahora”.

Observar la muerte desvela la irreversibilidad del cambio: es imposible que las cosas sean para siempre, o vuelvan a ser, una vez han desaparecido. Esta visión no está carente de angustia, es abrupta y fulmina cierta “estructura” de protección que oculta el abismo de la muerte. Al mismo tiempo, nos brinda la oportunidad de vivir despiertos, dispuestos a exprimir la experiencia hasta sus últimas consecuencias. Pensándolo bien, ¿acaso hay algo más importante que podamos hacer?

Referencias
[i] Urmeneta, A. “El afrontamiento de la muerte a través de la historia”. [Online]. Disponible en: http://www.eutanasia.ws/hemeroteca/t169.pdf
[ii]Kubler-Ross, E. (1969). On death and dying: What the dying have to teach doctors, nurses, clergy, and their own families.
[iii]William Rosa, RN et al. (2017)“Caring Science Conscious Dying: An Emerging Metaparadigm”. Nursing Science Quarterly, Vol. 30(1) 58–64
[iv] Sogyal Rimpoche (2006). El libro tibetano de la vida y de la muerte. Ed. Urano.
[v] Popova, M. “Henry Miller on Art, War, and the Future of Humanity”. Brainpickings https://www.brainpickings.org/2012/11/07/henry-miller-of-art-and-the-future/ Cit. en: Ostaseski, F. (2017). Las cinco invitaciones
[vi] Shunryū Suzuki; Trudy Dixon; Richard Baker. Zen Mind, Beginner’s Mind (Posición en Kindle155-157). Shambhala Publications.
Ostaseski, F (2017). Las cinco invitaciones. Pan Macmillan.
Las cinco invitaciones. Booktrailer.

Imagen: Volutas. Estelle Lima Photographies. Fuente: Flickr.

Escrito por Lorena Cabeza

Experta en Mindfulness en Contextos de Salud por la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y en Creatividad Aplicada (UAM).

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