Acercarnos a la muerte nos recuerda que nuestra existencia es limitada, y por lo tanto, comenzamos a centrarnos en lo verdaderamente importante. El acompañamiento a personas en el proceso de morir te permite aprender de la sabiduría que surge de ellas a partir de esta experiencia y te permite ofrecer una presencia auténtica, ecuánime y compasiva.
Este programa de Acompañamiento Contemplativo en la Muerte lo creó Silvia Fernández Campos, PhD, basándose en el trabajo de sus maestros Frank Ostaseski y Roshi Joan Halifax. El programa es marcadamente experiencial y supone un viaje personal profundo. Se integran prácticas de la psicología budista para aprender a aceptar la impermanencia y para cultivar la ecuanimidad y la compasión necesarias para estar presentes de forma amable y calmada en procesos de muerte y duelo.
Estas cualidades se trabajan a través de meditaciones y reflexiones escritas sobre la muerte propia y ajena, ejercicios interpersonales de mindfulness y compasión como la atención a la comunicación no verbal y la escucha activa, reflexión de casos prácticos, el desarrollo de un proyecto final sobre un área de interés, y la participación en un retiro final de 4 días de profundización y autocuidado.
Explorar tus actitudes y miedos hacia la muerte propia y ajena para no proyectarlos en las personas a las que acompañas.
Reflexionar sobre la negación de la muerte y sus consecuencias.
Aprender cómo diversas culturas entienden y trabajan con la muerte.
Aceptar la impermanencia desde un marco contemplativo y budista.
Ejercitar técnicas de ecuanimidad a través del “anclaje corporal” y la meditación.
Ejercitar la escucha activa y la confianza en la presencia calmada y amable.
Aprender y ejercitar el modelo de compasión dinámica: teoría pendular de la Dr. Fernández Campos para evitar el distrés empático o el congelamiento emocional.
Entender y respetar el proceso personal de muerte de cada persona.
Explorar áreas de interés como: cuidados físicos al final de la vida, la muerte en la infancia, morir en casa, suicidio.
Usar la muerte como un despertador para vivir de forma más despierta y conectada.